Hace medio siglo, la AFA era un caos. Inició 1974 intervenida por Baldomero Gigán, siguió con la intervención y presidencia de Fernando Mitjans y cerró con David Bracuto. La selección sufría una goleada humillante 4-0 de Holanda en el Mundial de Alemania y Vladislao Cap dejaba su puesto a César Menotti (vigésimocuarto cambio de DT en quince años). En el fútbol doméstico aparecía un equipo revelación. “La pregunta que se hace todo el país”, titulaba la revista El Gráfico. Era una pregunta futbolera. Pero hoy, con la selección que sigue en racha notable, y la AFA en dura puja con el poder político, esa pregunta puede sonar irónica: “¿Quién para a Talleres?”.

Era el Talleres de Amadeo Nuccetelli, presidente de la década más gloriosa del club cordobés (1974-84), que incluyó semifinales de Nacionales 1982 y ‘84, giras internacionales y jugadores campeones mundiales. Pero su pico fue la mítica final del Nacional 1977 contra el Independiente “Rey de Copas”, que venía de ganar su cuarta Libertadores seguida. Esa final, además del título, podía definir también al nuevo presidente de la AFA. Nuccetelli o Julio Grondona.

El partido fue el 25 de enero de 1978 en La Boutique de barrio Jardín desbordada con 27.000 personas. La previa tuvo banda militar, vuelo rasante de aviones Pucará y paracaidistas. “Show de destreza del Tercer Cuerpo” del Ejército. También hubo una “cumbre” en el vestuario del árbitro Roberto Barreiro. Fueron los presidentes y técnicos de ambos equipos (Nuccetelli y Roberto Saporiti de un lado, Grondona y José Pastoriza del otro).

Javier Milei junto a Andrés Fassi. Foto: Oficina del Presidente

“Lo único que quiero –les dijo el militar- es que la pelota vaya bien por el medio”. Cuenta el periodista Claudio Gómez en su gran libro “El partido rojo” que nadie entendió qué quiso decir exactamente Luciano Benjamín Menéndez. El general era un pesado de la dictadura (1976-83). Despojado de su grado, y fallecido en 2008, Menéndez fue amo y señor de la muerte en el campo clandestino de La Perla. Nadie recibió tantas condenas perpetuas como él por delitos de lesa humanidad: trece.

Talleres, que había igualado 1-1 la ida en Avellaneda, estuvo a menos de diez minutos de la gloria. A los 29 minutos del segundo tiempo de la revancha en Córdoba, Angel Bocanelli marcó el 2-1 con la mano. Por las protestas, Barreiro expulsó a Enzo Trossero, Omar Larrosa y Rubén Galván. Indignado, Bochini quiso irse de la cancha. Lo frenó el DT José Omar Pastoriza. Talleres, decían muchos, ganaba por decreto militar. Pero ocho minutos después, Bochini anotó el 2-2 y el Rojo fue campeón con tres jugadores menos.

Talleres jamás olvidó a Nuccetelli, “un prócer” con estatua en la plaza San Martín, donde están el Cabildo, la Catedral, farolas que el virrey Sobremonte colocó en 1790 y la sede del club, una de las tantas obras de su gestión, igual que el predio de 24 hectáreas en Circunvalación. Cuentan que, tras un partido, Nuccetelli se subió al techo de un rastrojero para invitar a los hinchas a que compraran bonos que ayudaran a fichar a Daniel Valencia y Antonio Alderete, figuras de Gimnasia de Jujuy, porque él priorizaba jugadores del interior, como el santiagueño Luis Galván a quien fichó cuando estaba a punto de dejar el fútbol y retomar como maestro de escuela. Galván terminó levantando la Copa del Mundo.

Organismos de Derechos Humanos cuestionaron un homenaje de hace dos años a Nuccetelli. Admitieron que era difícil confrontar en plena dictadura, pero recordaron que, solo tres meses después del golpe, Nuccetelli llevó a Talleres al Tercer Cuerpo del Ejército para jugar frente a un equipo militar, todo a gusto del general Menéndez. Sus seguidores replicaron recordando que, un día de 1978, a las cuatro de la mañana, Nuccetelli fue sacado de su casa y llevado en un Ford Falcon a ver a Menéndez, tras lo cual se refugió un tiempo en la ciudad de Leones. Pero el propio Nuccetelli contó que, en rigor, Menéndez, en plena interna militar, lo protegió avisándole de una orden de detención que llegaba de Buenos Aires, bajo el cargo de “subversivo deportivo”.

Federico Girotti, de Talleres, y la ley del ex en el último partido ante River, en el Monumental

Todo fue porque Nuccetelli, con apoyo del general Menéndez (que llegó a intervenir a la Liga Cordobesa), había creado una Liga del Interior que amenazaba convertirse en una AFA paralela. Pero Talleres, ya fue dicho, perdió aquella final de 1977 y Nuccetelli se quedó sin la AFA. Le ganó Grondona. El nuevo presidente, rey del “Todo Pasa”, sofocó la rebelión del Interior ofreciéndole a Nuccetelli “la 1309″, una resolución a medida para que Talleres jugara en Primera (pero que luego sirvió también a Instituto y a Racing de Córdoba). Los demás dirigentes del Interior acusaron a Nuccetelli de “traidor”.

Si viviera, Nuccetelli acaso saludaría al exitoso Talleres de estos años. Su presidente, Andrés Fassi, igual que Nuccetelli, critica también como ningún otro el caos organizativo de la AFA. Y Fassi, también igual que Nuccetelli, lo hace en alianza con el poder político de turno, ahora democrático, pero que mete decreto y organismos públicos en contra de la AFA, en su objetivo de imponer los Clubes SAD. Fassi acaba de ser suspendido por la AFA por dos años por amenazar a un árbitro. Otro dirigente había sufrido en 1969 una suspensión exactamente igual y por el mismo motivo. Era Julio Grondona.

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