A lo largo del tiempo de su existencia muchos escritores han intentado retratarla con más o menos gracia; sin embargo, Buenos Aires nunca se deja definir por completo. Siempre queda algo por descubrir en sus calles y edificios, allí donde los vecinos proyectamos nuestra rara manera de entender y querer a esta ciudad cuyo ADN, a estas alturas, resulta del equilibrio entre lo que se mantiene y lo que se reinventa.

Hablando de volver a inventar, esa dinámica que desplaza del radar a ciertas zonas urbanas para poner a otras de moda define el último resurgimiento de Retiro y sus alrededores (el Bajo, el Microcentro), que de a poco muestran signos vitales tras una larga decadencia acentuada por la pandemia. Viviendas y estudios de diseño donde antes hubo oficinas corporativas (que no se fueron del todo), locales comerciales que ahora exhiben arte contemporáneo, como la fabulosa Galería Larreta devenida en Central Affair, la esperadísima reapertura de la Fundación Klemm más una compulsiva (pero feliz) oferta de nuevos espacios gastronómicos con impronta cultural reconfiguran el paisaje del área dominada por palacetes y otras joyas de la belle époque. Ahora se suman al circuito dos emblemas de la arquitectura moderna: el Kavanagh y el Atelier para Artistas acaban de inaugurar en sus respectivas plantas bajas dos propuestas claramente arraigadas a la estirpe de este barrio, escenario de grandes movimientos artísticos durante el siglo XX.

Retiro se reinventa y busca recuperar su estirpe

Olas modernas y vino orgánico

Un sueño hecho realidad para los que alguna vez vivieron cerca y lo imaginaron cada vez que pasaban por su frente: Acuario abrió en la mítica esquina de Suipacha y Paraguay, donde en 1938 los arquitectos Antonio Bonet, Abel López y Ricardo Vera Barros levantaron un edificio a contrapelo del gusto afrancesado de la época. Ejemplo del modernismo y sede del grupo Austral, destaca en el entorno por su fachada en forma de proa y por el pequeño local en ochava, como salido de un cuadro de Edward Hopper. El local funcionó desde 1939 con el nombre que figura en los planos: la famosa Casa Vázquez, una tienda de sombreros y tocados artesanales para señoras. Era un mundo de rafias y terciopelo de verdad (alemán) hasta que, en un largo pase de manos, llegó al siglo XXI convertido en panadería.

Retiro se reinventa y busca recuperar su estirpe

“La historia de Acuario Bar arrancó hace siete años, cuando conocí el Atelier Bonet. Fue al regresar a Buenos Aires después de vivir en el exterior; en ese momento estaba redescubriendo la ciudad con ojos frescos, casi como un turista. Gracias a un recorrido de Open House, tuve la oportunidad de entrar al edificio y fue amor a primera vista. Supe en ese instante que algún día iba a vivir ahí”, recuerda Mateo García de Onrubia, al frente del proyecto junto con sus hermanas. Siguiendo su lenguaje y sin tocar los elementos distintivos de la construcción, puso en valor el salón y su fabulosa vereda, que de lunes a viernes explota de parroquianos. Asientos de pana azul, barra de acero, techo que imita un panal y luces muy tenues potencian la perspectiva cinematográfica de las vitrinas curvas. La carta se enfoca en vinos naturales, coctelería clásica y moderna, y una cocina que combina tapas, platos de bistró y de bodegón. Mateo es sommelier, pianista y bartender. “Siempre quise tener mi propio bar, un lugar que fuera un punto de encuentro cultural y social, donde conectar a las personas, celebrar el trabajo de pequeños productores y ofrecer un ambiente genuino. Sabía también que debía convivir con el barrio, un campo magnético que siempre habitó a los artistas más talentosos. Acuario también es un símbolo de vanguardia. No solo por su referencia astrológica—y es el signo que rige casi toda mi carta astral—sino porque el edificio nació con ese espíritu. Fue sede de un colectivo que revolucionó la arquitectura moderna en Argentina, y eso tiene una importancia enorme. No es simplemente un ícono arquitectónico; fue diseñado con un propósito claro: ser un espacio donde la cultura pudiera habitar, desarrollarse y trascender. Entendemos que trabajar en un sitio con esta magnitud histórica le otorga un peso y un significado especial a lo que ofrecemos”, agrega.

Para quienes van por primera vez, se recomienda levantar la vista hacia la imponente estructura. La doble altura del primer piso, los parasoles que recuerdan velas desplegadas y, finalmente, los techos abovedados del último piso con sus ventanas de ojo de buey y puertas submarinas consolidan esta atmósfera marítima que conecta la relación de Buenos Aires con el agua, con su condición de puerto abierto al mundo, recuerda el anfitrión. Acuario abre de lunes a viernes de 15 a medianoche, aunque el mejor momento es l’heure bleue, cuando se encienden las luces y uno pasa la página.

El desafío de un café en lo de CORA

Bastó el posteo de un vecino mediático para agitar la expectativa que, finalmente, se hizo realidad: en Florida 1045, uno de los locales comerciales ubicados en la planta baja del edificio de Corina Kavanagh, pionera de los bienes raíces que a comienzos de la década de 1930 vendió sus campos para construir el famoso rascacielos, abrió una cafetería de especialidad que lleva su nombre. Cora no solo rinde homenaje a la primera emprendedora inmobiliaria de la ciudad, sino que llega al barrio cuando muchos edificios de su estirpe buscan nuevos destinos, entre otras causas, para hacer frente a situaciones impensadas al comienzo de su historia (expensas carísimas, un espacio público falto de higiene etc. etc).

Retiro se reinventa y busca recuperar su estirpe

“La idea de instalar una cafetería en el basamento del edificio surge de la intención de aportar a la revitalización del uso peatonal, volver a dar vida y movimiento a un espacio con tanta historia como es el Kavanagh y la zona de Retiro, con la convicción de que nuevos usos e imágenes son catalizadores de movimientos más importantes que dignifiquen una obra de semejante calidad arquitectónica. Creemos que estos nuevos espacios de encuentro, como un café, son generadores de comunidad y cruces entre vecinos y las personas que habitan y atraviesan el barrio”, cuenta Facundo Olabarrieta, uno de los socios detrás del proyecto que contempla en su sótano un espacio cultural.

El primer desafío fue conseguir el visto bueno de los propietarios del edificio; luego, adaptar la propuesta a las normativas vigentes para sitios protegidos. Ante la imposibilidad de generar un área de cocción, se seleccionaron los mejores productos del mercado a fin de crear una propuesta gastronómica en sintonía con el espíritu del lugar. Al café de especialidad se suman pastelería, algunos platos de mediodía y carta de vinos para cerrar la jornada con vistas a la Plaza San Martín. “Pensamos que este tipo de emprendimientos refuerzan las relaciones de vecindad. Con Cora esperamos ofrecer una experiencia transformadora, un punto y aparte en la rutina o en el día a día. Algunas visitas serán rutinarias y otras para ocasiones especiales, y ambas nos parecen bien. La idea es romper con el concepto de comida al paso y la velocidad que a veces impera en Retiro y el microcentro. Nuestro ADN distintivo, o mejor dicho, nuestra obligación, es vincular la tradición del centro porteño con las técnicas y hábitos de consumo contemporáneos”, aclara.

Retiro se reinventa y busca recuperar su estirpe

El diseño interior hace guiños a los materiales del gran hall del edificio proyectado por el estudio Sánchez, Lagos y de la Torre. Mármol travertino, hormigón martelinado y asientos con la firma de Ricardo Blanco se combinan para recrear la sensación de estar adentro de ese ambiente despojado y, a la vez, majestuoso del lobby. Las mesas se alinean a las ventanas y a la barra de mármol con banquetas; hay música en vinilos y estantes que se irán poblando de publicaciones temáticas. El recuerdo de Corina está muy presente. “No queríamos perder de vista a una figura tan importante: el respeto por su recuerdo está en los detalles y en la presencia de su libro en el local, a disposición de quien quiera hojearlo y sumergirse en el universo tan interesante de su vida” explica Facundo, haciendo referencia a Cora Kavanagh y su edificio (Díaz Ortíz Ediciones) en el que el arquitecto Marcelo Nougués recorre el legado de una de las mujeres más audaces del siglo XX. Cora abre todos de lunes a viernes de 9 a 20h

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