Para los turistas o el espectador ocasional puede no haber sido una sorpresa encontrar que la icónica esquina de Paraguay y Suipacha, que contiene una de las obras emblemáticas de la arquitectura moderna en la Argentina, luce diferente desde hace unas pocas semanas. Con la apertura de un nuevo bar emplazado en la planta baja del edificio Casa de Estudios, el microcentro, ese espacio que muchos consideran cada vez más deslucido –sobre todo pospandemia–, sigue mostrando signos de regeneración y renovación poniendo en valor el patrimonio histórico y acercándolo a nuevos públicos para que puedan disfrutarlo.
La obra del arquitecto catalán Antonio Bonet Castellana y de sus colegas argentinos Ricardo Vera Barros y Abel López, que data de 1938-1939, es considerada el inicio de la vanguardia arquitectónica en la Argentina. Además fue el escenario de la fundación del Grupo Austral, cuyos jóvenes miembros rechazaban a sus antecesores y maestros, a los que identificaban con posiciones anacrónicas, incapaces de comprender las nuevas condiciones de producción y sus consecuencias en la arquitectura. Este grupo, del que formaron parte los arquitectos de esta obra, estaba convencido de que era necesario organizar una vanguardia convocando a un vasto conjunto de personalidades de la cultura, capaces de movilizar a la opinión pública.
“El edificio surge de una circunstancia virtuosa típica de la bohemia vanguardista de la época. Antonio Bonet, notable arquitecto catalán que de muy joven ya había tomado contacto con los maestros modernos de principios del siglo XX, hacia 1937 estaba trabajando en París, en el estudio de Le Corbusier adonde conoció a dos arquitectos argentinos, Jorge Ferrari Hardoy y Juan Kurchan. Ambos deseaban que Bonet, al cual consideraban una promesa, se trasladara a Buenos Aires para fundar con él un grupo de arquitectura moderna, que luego sería el Grupo Austral”, cuenta Hernán Bisman, editor y curador especializado en arquitectura, director de Bisman Ediciones, que contiene la galería que está instalada en la planta baja y primer piso del edificio.
“Cuando Bonet manifestó su intención de dejar París en busca de nuevos horizontes, Ferrari Hardoy le escribió a su compañero de facultad, Ricardo Vera Barros, quien estaba proyectando un edificio para su padre, junto a su socio Abel López, en un terreno ubicado en Paraguay y Suipacha, proponiéndole incorporar a Bonet al equipo de proyecto, el cual éste terminaría liderando”. El resto, como dicen, es historia.
La Casa de Estudios para Artistas es una obra singular dentro del panorama de la arquitectura moderna en Iberoamérica. Su diseño responde a una concepción integral del habitar, combinando espacios de trabajo y vivienda en un edificio que fue muy innovador para la época. El mismo se desarrolló en una casa de renta, proyectada por los arquitectos en 1938 y construida en 1939, y financiada por el padre de Vera Barros, quien alquiló los cuatro locales de planta baja, los cinco atelieres en doble altura del primer y segundo pisos y los dos de simple altura pero con unas magníficas bóvedas catalanas del tercer piso. Son en total cuatro locales comerciales ubicados en el nivel de la calle y siete departamentos-estudios. Se puede ingresar desde el primer piso para luego acceder desde cada uno de ellos a un entrepiso, pensado como un ámbito de descanso.
Luego de la sanción de la Ley de Propiedad Horizontal alrededor de 1950, las unidades se fueron vendiendo a diferentes personas.
De interés histórico
Desde el 2002 la Casa de Estudios para Artistas se encuentra catalogada con nivel de protección estructural en el Código de Planeamiento Urbano de Buenos Aires, y a partir de abril de 2008 fue declarada de Interés Histórico Arquitectónico Nacional por el Congreso de la Nación.
Entre los aspectos más destacados del edificio se encuentra su tipología de residencia-taller pensada para artistas muy poco frecuente en la arquitectura moderna de Buenos Aires, con atelieres, unidades que combinan vivienda y espacio de trabajo en una distribución funcional y flexible inspirada en Le Corbusier. Además, la estructura del edificio hace un uso innovador del hormigón, combinando superficies rectas con elementos curvos que aportan dinamismo a la composición espacial, sin olvidar sus distintivas bóvedas (una cubierta ondulante que le otorga un aspecto único). Aunque el diseño arquitectónico fue de Bonet, Vera Barros y López, Ferrari Hardoy y Kurchan contribuyeron a la identidad del edificio a través del mobiliario, destacándose especialmente la icónica silla BKF, que lleva las iniciales de sus apellidos.
¿Es posible pensar no sólo una influencia por parte de corrientes europeas, sino también del contexto argentino de ese momento? “El contexto argentino influyó en la Casa de Estudios para Artistas en varios aspectos clave, tanto desde el punto de vista cultural y social como en términos de materiales y técnicas constructivas. Si bien Bonet traía consigo la influencia europea, tuvo que adaptarse a las condiciones locales. La elección del hormigón armado, por ejemplo, responde tanto a la tradición constructiva argentina como a su potencial expresivo dentro de la arquitectura moderna. Asimismo, la Casa de Estudios para Artistas fue concebida en un momento en que la propiedad horizontal aún no estaba regulada en la Argentina, lo que significa que el modelo de financiamiento y uso del edificio estuvo condicionado por el sistema de renta de la época”, aporta Bisman.
En una Buenos Aires en plena expansión que comenzaba a consolidarse como un polo cultural y artístico, el concepto de vivienda colectiva para artistas reflejaba el interés por experimentar con modelos de hábitat flexibles que hoy son más comunes, y hasta están de moda. En este sentido quizás uno de los rasgos más interesantes del edificio sea la interacción entre arquitectura y arte: la Casa de Estudios para Artistas fue concebida como un espacio que favorece la creatividad y la convivencia de artistas.
Parte de este espíritu llega hasta nuestros días con la Galería y Residencia de Arquitectura de Bisman Ediciones, que gestiona y organiza muestras temáticas y residencias para los autores que invitan a exponer con el objetivo de difundir el potencial cultural de la buena arquitectura y su capacidad de dinamizar las ciudades y mejorar la calidad de vida de la sociedad.
“Las residencias y exposiciones organizadas celebran la obra de Bonet Castellana y exhiben también la restauración efectuada en ambas unidades. Esta iniciativa pone en valor al edificio y ofrece, a quienes caminan por allí, una vidriera colmada de arquitectura moderna iberoamericana”.
En 2017 se realizó una puesta en valor del exterior del edificio completo por el Gobierno de la Ciudad, que a través de la Dirección de Regeneración Urbana llevó a cabo una restauración integral de la fachada del edificio, e incluyó la recuperación de los materiales originales, la restauración de elementos deteriorados y la incorporación de un sistema de iluminación que realza la volumetría y el valor arquitectónico del conjunto.
En estos años los propietarios de los atelieres se han ocupado de poner en valor sus unidades, destacándose la unidad C, con obra de puesta en valor del Estudio Esteban Tannenbaum. “Mi interés por el coleccionismo de arte y diseño, y en particular mi fascinación por los archivos, hizo que no dudara cuando se presentó la oportunidad de adquirir uno de los siete ateliers para artistas en Suipacha y Paraguay, específicamente el C. Desde el primer momento, sentí que esos 25 metros cuadrados pasaban a formar parte de mi colección”, explica Raúl Naón, dueño de esa unidad, coleccionista y presidente Fundación IdA – Investigación en Diseño Argentino.
“¿Se puede coleccionar arquitectura? Esa unidad como el resto del edificio, conservan la memoria de ilustres figuras de la cultura argentina y mundial que han pasado por allí a lo largo de sus 86 años de historia. Hoy sigue siendo un punto de encuentro para artistas, diseñadores, arquitectos y escritores contemporáneos, quienes resignifican el espacio y, al mismo tiempo, honran su glorioso pasado”.
Por último, en 2022, Bisman Ediciones llevó a cabo la restauración en uno de los locales y en el Atelier E, inaugurando en ambos espacios la Galería y Residencia de Arquitectura. “Esta intervención permitió recuperar espacios emblemáticos del edificio muy deteriorados y revalorizarlos como puntos de encuentro para la arquitectura y sus protagonistas. Nuestra restauración fue merecedora de una Distinción en los Premios FAD de Arquitectura 2024, el principal premio arquitectónico de Barcelona y el más antiguo de España”, detallan.
“Es muy positivo que, después de 10 años siguiendo la evolución del edificio, hoy lo encontremos lleno de vida, con galerías de arte, unidades completamente restauradas y una planta baja cada vez más activa, con propuestas y usos acordes a la importancia de este ícono de la arquitectura moderna de Buenos Aires”, comenta con orgullo Ricardo Pomphile de Cohabitar Urbano y uno de los directores de Open House Buenos Aires, el festival abierto de arquitectura de la ciudad que se celebra todos los años, acercando justamente al público de a pie a nuestro patrimonio arquitectónico y cultural. De hecho, “el Bonet”, ha sido uno de los edificios más visitado del festival.
“Habitar un ‘manifiesto’ tiene sus complejidades y desafíos, pero también es una forma de resistencia frente a un mundo cada vez más impersonal. Soy afortunado de cuidar este espacio hasta que le pase la posta a alguna o algún otro nostálgico que siga creyendo que cuidar nuestra cultura y patrimonio es esencial para aspirar a un futuro mejor”, cierra Naón.
Visitas guiadas
Bisman Ediciones organiza visitas semanales gratuitas (los miércoles, con cita previa escribiendo a info@bismanediciones.com.ar) a sus dos espacios, explicando a los visitantes primero la historia y características arquitectónicas del edificio todo, y luego visitando el Atelier E que ha sido restaurado exactamente como fue inaugurado.