Lo que Sting hará sonar el domingo y el lunes próximos, en el Movistar Arena de Buenos Aires, no solo nos hará viajar en el tiempo hacia los años dorados de su banda The Police -porque el repertorio que elige para esta gira tiene mucho de eso-, sino por el formato que eligió para este tour “3.0″ que comenzó meses atrás.
Aunque algunos lo quiera ver como un formateo “intimista”, se trata de un power trío que evoca la formación de la banda que brilló en los 80, solo que en este caso estará secundado por su guitarrista “de cabecera” y mano derecha en la mayoría de sus proyectos musicales de las últimas décadas, Dominic Miller, y por el baterista Chris Maas. El tono retrospectivo y evocativo estará presente, sin duda, desde el comienzo hasta el final del concierto.
Sting tiene con qué: una trayectoria larguísima, un cancionero frondoso e inoxidable, un sello que ha dejado en el rock, entre finales de los setenta y principios de los ochenta, y una serie de matices dentro de su carrera solista que le permitieron sostener su vigencia, aunque a sus 73 años no esté enfocado en un público que se renueve notoriamente.
Un visitante con historia
A finales de este año se cumplirán 45 años de la primera visita del cantante a la Argentina, cuando llegó en su carácter de “frontman” de The Police. Y fue todo un acontecimiento en tres situaciones muy diferentes. Una participación en la inauguración de la discoteca New York City, un concierto en el estadio Obras de Buenos Aires y otro en el Radio City Mar del Plata.
De aquel paso por la discoteca, al tratarse de la apertura del boliche, pocos fueron especialmente a ver ese show, de ahí que algunos testigos lo recuerden como un set para la platea equivocada. En cambio, los otros dos conciertos fueron memorables. Del paso por Mar del Plata también ha quedado testimonio de unas fotografías que el grupo se hizo allí, con sus integrantes montados a caballo, con algunas prendas gauchas. En aquella sesión en el Parque Camet se hicieron algunos videos y de allí surge la sospecha de qué tanto interés tendría la banda por las tradiciones locales y cuando de caricatura hubo en ese tiempo de fama mundial, viajes constantes y encuentros sorpresivos con diversas culturas.
Del recital en Buenos Aires ha quedado una anécdota imborrable: cuando el guitarrista Andy Summers barrió con el pie la gorra de un policía que maltrataba a una fan de la banda. Hace un lustro, a propósito del 40 aniversario de la primera visita de The Police a la Argentina, Rolling Stone publicó un extenso informe sobre el trío. Durante su charla con el periodista Oscar Jalil, el músico Sergio Rotman recordó su experiencia de joven espectador: “En un momento veo que Summers se va al borde del escenario y le tira un patadón al cana. El estadio se paró con una ovación, todos contra la cana. No había una sensación de ‘se va a acabar la dictadura militar’, faltaba para eso, pero la situación de la policía represora eso lo sentíamos todos y que el músico tomara acción y nos representara de esa manera fue increíble. Fue un antes y un después”.
Sin duda, también hubo un antes y un después de la visita de The Police. Para el oído argentino, especialmente para aquel que solo tomaba como importante o válido aquello que sonaba en inglés, los últimos fulgores del jazz rock y el rock progresivo daban paso a una new wave que tenía a la invención de Sting, Stewart Copeland y Andy Summers como uno de sus más sofisticados referentes y estandartes. En ese trío que no tuvo pares se encontraba el secreto que abría una nueva era. La precisión y la elegancia mezclada con un rugido punky. La originalidad y la búsqueda armónica entrelaza con el riff claro, simple y pegadizo. La voz aguda de Sting, las canciones que, apenas conocidas, ya se sabía que tendrían destino de hits, y esas otras que en sus discos era parte de un proceso interno de experimentación, ese que la banda no quería soltar.
Sting regresó a nuestro país siete años después. Sí, era el mismo Sting, pero con el cabello raya al medio, más largo, que tapaba su nuca y casi se apoyaba sobre los hombros. Saco con hombreras, como se acostumbraba en aquellos años, y, detrás, un “bandón” de jazz fusión que hacía de sus hits largas versiones frente a un público extasiado, que lo disfrutaba en el Estadio de River. Jeff Lee Campbell (guitarra), Tracy Ann Wormworth (bajo), Marvin Smith (batería), Steve Coleman (saxo), Mino Cinelú (percusión), Delmar Brown (teclados, coro, percusión) y Kenny Kirkland (teclados). Se trató de una versión ampliada de su proyecto en vivo de disco, Bring On The Night (con temas de The Police, incluido el que le dio nombre al álbum, y de su primer LP en solitario), pero sin alguno de sus músicos estelares. Darryl Jones, Branford Marsalis y Omar Hakim no fueron de la partida en esa gira sudamericana.
Sin embargo, su parada en Buenos Aires tuvo un detalle especial. Apenas había pasado una hora de show cuando cantó “They Dance Alone (Cueca Solo)”, tema que dedicó al duelo de las madres de desaparecidos por la última dictadura chilena, de Augusto Pinochet. Durante su interpretación (y un año antes de que se conociera la versión grabada en español), la cantó en castellano y las Madres de Plaza de Mayo subieron al escenario de River para acompañarlo.
Al año siguiente, en sintonía con esas inquietudes políticas y sociales, se embarcó en el proyecto que difundió la actividad de Amnistía Internacional, mediante conciertos en distintas ciudades del mundo. Sting volvió a River. Esa vez llegó con esa comitiva que también incluyó a Bruce Springsteen, Peter Gabriel, Tracy Chapman y Youssou N’Dour, además de los locales León Gieco y Charly García.
Pero no todo fue de lo más grato en sus visitas a nuestro país. En 2001, aterrizó por quinta vez en el aeropuerto Pistarini para un concierto que tenía programado en el Estadio de Vélez. Durante la tarde, hizo la prueba de sonido y cuando regresó al camarín no encontró el bolso que había llevado. Tuvo que hacer la denuncia policial que terminó caratulada como “hurto”. Según trascendió en ese momento, no estaba del mejor humor y habría amenazado con no subir al escenario si no se extremaban las medidas de seguridad (aunque esto nunca llegó a comprobarse). Sin embargo, antes del show se tomó su tiempo para recibir en el estadio a un grupo de Madres de Plaza de Mayo, para conversar con ellas (traductor mediante) y preguntarse por la compleja realidad argentina de aquellos años.
A pesar del incidente del robo, nunca dejó de tener a la Argentina en su agenda de giras. En 2007 se reencontró con Stewart Copeland y con Andy Summers para reagrupar The Police. Otra vez volvió a River, con un concierto que emocionó a los más nostálgicos y quedó testimoniado en un DVD.
En 2015, otra vez por aquí, Sting inauguró el estadio conocido como DirecTV Torguitas, pero como solista, con una nueva configuración de banda, aunque siempre con uno de sus grandes escuderos a su lado, Dominic Miller, que el público argentino adora porque además de ser parcero del inglés, es argentino.
Hijo de padre norteamericano, Miller nació en Hurlingham y vivió la primera década de su vida en la Argentina. Pero la mudanza a los Estados Unidos lo orientó hacia la prestigiosa escuela de música de Berklee. Más tarde puso rumbo hacia el Reino Unido, y tras haber participado en el disco … But Seriously, de Phil Collins, se puso en contacto con Sting. Desde aquella, época (década del noventa), se convirtieron en socios inseparables. Incluso, aprovechó algunas visitas a estas pampas que hizo con el inglés para programar algunos shows como solista, en salas porteñas más pequeñas, que sabía que podía llenar porque supo hacerse un buen grupo de seguidores de su música.
Durante una charla con LA NACIÓN, en 2011, antes de un show en el ND/Ateneo, esto contó: “Así fue. Todo empezó gracias a …But Seriously, un disco de Phil Collins en el que participé. Su productor, Hugh Padgham, me puso en contacto con Sting para una audición en Nueva York. Yo desconocía su música. Fue una jam que duró como dos horas. Tocamos ‘Ain’t No Sunshine’, de Bill Withers, y temas de Synchronicity, que no conocía para nada, pero son temas con una estructura rockera que conozco bien. Después tocamos cosas complejas de Weather Report, que para mí son familiares porque crecí escuchando jazz rock. Y finalizamos con ‘Fragile’, que tiene un ritmo sudamericano y para mí es algo natural. Creo que entonces se decidió a contratarme”, recordaba el guitarrista.
Con Sting volvió a la Argentina una y otra vez. Y volverá este fin de semana. Su amigo (y jefe al mismo tiempo) vuelve con su magia y su vitalidad. Porque a pesar de ese tono tan retrospectivo que puede estar implícito en esta gira, Sting parece no tener edad (quizá pesa lo mismo que hace 45 años, cuando se lo vio por primera vez en este sur), y más allá de su gesto un tanto adusto, en comparación con otros carismáticos showmen, siempre deja sobre los escenarios su talento y la estructura de una obra de música popular que podría ser la envidia de tantos colegas. El domingo se inaugura otro capítulo de esa armoniosa relación que sostiene, desde hace más de cuatro décadas, con el público local.