Algo notaba en su cuello, estaba en su sexto mes de embarazo, Marianela Mattioli (38) distinguió un bulto que crecía lentamente. Tras varios estudios, recibió un diagnóstico que cambiaría su vida: melanoma metastásico. Una noticia inesperada en una etapa de su vida en la que solo pensaba en la llegada de su segundo hijo. Y en la manera de asimilar tan duro golpe.

“El día que recibí la noticia lo recuerdo como si fuera ayer. Una mezcla enorme de sensaciones al no saber qué hacer. Sin embargo, sí era conciente de que tenía que poner manos a la obra para lo que se viniera. Pedí al universo, con todas mis fuerzas, que lo que viniera fuera lo más leve posible. Tuve mucho miedo, no sabía qué estaba pasando, pero con el correr de los días fui juntando coraje. Mi hijo en mi panza, con seis meses de gestación, y mi hija de ocho años, Olivia, fueron mi motor del día a día”.

“Los pronósticos no eran alentadores”

En medio de esa situación tan compleja Marianela y su pareja destinaron una tarde para planificar qué camino debían tomar. En primer lugar, decidieron irse de San Guillermo, Santa Fe, donde vivían. Cerraron el negocio que tenían y se trasladaron a un hospital en Córdoba. “Allí me dijeron que tenía que ir a cirugía de manera urgente, con transfusión de sangre y ver qué tipo de tratamiento oncológico me iban a indicar. Todavía no asimilaba del todo lo que estaba sucediendo, sentí que vivía una pesadilla enorme”.

Con la ayuda de familiares, quienes les agendaron consultas con diferentes especialistas, finalmente desembarcaron en diferentes centros médicos de CABA. “Consultamos múltiples clínicas y especialistas, pero los pronósticos no eran alentadores. Según el médico que me atendió, en toda su carrera había visto muy pocos casos donde una embarazada venía acompañada de una enfermedad como la mía”.

Junto a Donato y a su marido.

“Volví a sentir que la vida me seguía sacudiendo”

Mientras tanto, el tumor seguía creciendo, el tamaño era el de una pelota de tenis. A la par, miraban los riesgos que tenía Donato a quien monitoreaban todos los días que su mamá iba a la clínica: “Donato es mi canal con la vida. Su nacimiento fue perfecto, todo lo que yo necesitaba para llenarme de luz y seguir. Llegó en el momento preciso para demostrarme cuan maravillosa es la vida a pesar de todo”.

Sin embargo, esa luz de esperanza bajó un poquito la intensidad cuando a los pocos días de haber nacido Donato a Marianela le realizaron estudios que si bien descartaron que no había lesiones en el cerebro, en la mama derecha e hígado había restos de Melanoma. “Volví a sentir que la vida me seguía sacudiendo cada vez más fuerte. Lloré muchísimo, sentía tristeza de no poder estar como quería con mi hijo recién nacido. Ese mismo día mi doctor me indicó el tratamiento de inmunoterapia cada 28 días por dos años, como mínimo, con controles cada tres meses”.

¿Cómo lidiaste con cada una de las complicaciones del tratamiento?

Fueron durísimas, pasé por varios inconvenientes como, por ejemplo, dolor extremo en el cuello que me impedía abrir la boca y comer. Vómitos, fiebre muy alta, problemas en la tiroides y trombosis, con lo cual tuve que comenzar un tratamiento de anticoagulantes.

¿En quienes te refugiaste en los momentos más tristes?

Principalmente en el papá de Donato, agradezco infinitamente su fortaleza y coraje para enfrentar a mi lado este momento tan difícil. A su mamá, Sandra, quien nos mimaba día a día para que todo fuera un poquito más llevadero. Mi mamá y mi hermana Luciana que cuidaron de mi hija Olivia en San Guillermo por cuatro meses mientras yo me curaba. En mis hermanas, hermanos y amigas que a la distancia me hacían saber que estaban conmigo pase lo que pase. Fue enorme la contención que recibí y pude sentir en ellos un refugio infinito.

Junto al Dr. Silva, pilar en su recuperación y en la forma amorosa en que la trató.

Dos años de tratamiento: “Estás sana, disfrutá a partir de ahora”

Llegados los dos años de tratamiento recibió el Alta Médico. Ella, dice, nunca se va a olvidar de ese día ni de lo que le dijo su doctor: “Marianela: estás sana, disfrutá a partir de ahora”. Cuando se reencontró con su familia no paró de llorar de la inmensa alegría que tenía.

La historia de Marianela forma parte de la campaña “Escuchar para cambiar: por un cáncer con menos sufrimiento”, organizada por La Liga Argentina de Lucha contra el Cáncer (LALCEC), que este año busca centrar la atención en las historias, necesidades y particularidades de pacientes con cáncer, sobrevivientes y sus cuidadores.

Fernanda Montaña, psicooncóloga y coordinadora del programa de acompañamiento a los pacientes de LALCEC, explicó que “estamos convencidos de que, al enfocarnos en estas experiencias únicas, podemos contribuir a un futuro con menos sufrimiento, resaltando la necesidad de proporcionar una atención compasiva y personalizada”.

Marianela, feliz, junto a Olivia y Donato.

Marianela dice que su mayor desafío es vivir el día a día, sentir en carne propia que puede sanar, confiar, respirar profundo y conectar con su mundo interior para abordar esta enfermedad.

“Sueño con tener buena salud el resto de mi vida y disfrutar de mis hijos. Verlos crecer y morir siendo viejita. Recibí una oportunidad más y estoy dispuesta a cuidarla”.

¿En algún momento pensaste que esta historia no iba a tener un final feliz?

Nunca, siempre confié en mis médicos. Me aferré tanto a la vida que sostenía que esto que me pasaba era parte de mi historia y debía continuar.

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