Javier Milei lo anticipó esa noche de sábado de carnaval, cuando su discurso abrió las sesiones ordinarias del Congreso: habrá volatilidad. El Presidente aclaró incluso que se atravesarán momentos de “tensión”. La calma permanente, en el nuevo mundo que está naciendo, es una ilusión. Esto se agrava, claro, si se vive en la Argentina y en tiempos de elecciones.

Ante esta revolución libertaria global, en el Gobierno ofrecen tres consideraciones sobre el impacto que puede tener en el programa de Milei el actual viento de frente que viene del exterior desde que Donald Trump -un socio presidencial- asumió en los EE.UU. La primera es que en el Ejecutivo siguen considerando que el desempeño del mercado argentino sigue relativamente “desacoplado” de lo que ocurre en el mundo; la segundo, que hay un esquema fiscal y monetario diseñado para casos de shocks externos; y la tercera, que tales esquemas han sido sometidos a escenarios de estrés.

Sin embargo, tras el rally de fines de 2024, no puede no tenerse en cuenta que los activos argentinos parecen haber quedado caros frente a un mundo que busca protegerse de la incertidumbre. Al cierre del viernes, antes del shock de principios de esta semana, el merval en dólares exhibía un retorno negativo de -13,46% en lo que va de 2025, según Germán Fermo. “Viendo lo que acontece en el merval versus emergentes y en Estados Unidos versus Alemania, resulta evidente que el mercado decidió vender ‘todo lo que estaba caro’ y comprar ‘todo lo que estaba barato’”, escribió.

Así y todo, en el Gobierno creen que -por lo menos en estos días de rojos furiosos- los activos argentinos soportaron bien el arrastre negativo del mundo, quizás gracias a los fuertes rumores que envolvieron la previa de la firma del decreto de necesidad y urgencia que avaló –sin ley el Congreso- la negociación entre el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Argentina. Se trata del próximo hito que –espera el oficialismo- amortiguará localmente el golpe externo. Con relación al dólar, se sabe, el Banco Central (BCRA) sigue presente arbitrando sobre los financieros.

“Afuera está todo muy convulsionado políticamente”, analizaron fuentes oficiales sobre la guerra comercial que Trump inició con las tarifas (México, Canadá y China), preocupación que se ahondó luego de que el presidente de los Estados Unidos no rebatiera las perspectivas de una posible recesión en ese país (tal idea fue luego ratificada por la Secretaría del Tesoro). Mañana habrá un nuevo dato sobre la inflación norteamericana que todos mirarán de cerca para revisar, otra vez, el precio de los activos en el mundo. A esto se sumó la deflación china –indicio de que su economía no crecerá lo previsto- y los datos del cuarto trimestre del PBI japonés, que también fueron menores a lo esperado por el mercado.

“Hay un pibe que se llama Donald Trump que todos los fines de semana genera toma de decisiones”, explicó un experto del equipo económico sobre la volatilidad. “Lo último es que los movimientos de tasas y oro indican que EE.UU. podría caer en recesión o que la economía se congele en términos de actividad. Eso no estaba contemplado. Entonces pasamos a creer que la Fed no toca la tasa a que la recorta tres veces, a que la recorta una sola”, agregó el economista.

Teorías conspirativas

Según una teoría -casi conspirativa- que se extiende entre los inversores en el mundo y con la que el gobierno argentino no concuerda, según supo LA NACION, Trump –a diferencia de lo que pasó en su primer gobierno- busca “pinchar” el mercado. Como es uno de los más “caros” de la historia, creen que tiene poco recorrido en su gobierno. Derrumbarlo es impulsar bajas de las tasas de interés de la Reserva Federal, matar la inflación, y refinanciar una deuda buscando reducir el déficit. Una depreciación del dólar además haría más competitiva a la industria norteamericana y a otras empresas, que sufren además con tasas elevadas. Esta teoría explica que, con esto, Trump busca un reseteo total de la economía.

En el gobierno argentino no adhieren. Es más simple, dicen. Afirman, en cambio, que Trump busca bajar el déficit con ajuste del gasto –la motosierra de Elon Musk- y tratando de recaudar más vía aranceles. “Si baja el déficit, se asume que van a bajar las tasas, y con eso la carga de intereses. En el medio, la suba de tarifas le trae conflicto y eso pone tenso los mercados. Pero de mediano plazo, que es como están pensando, están en lo correcto. No pueden seguir con ese nivel de déficit. El corto plazo no les importa. Lo ven como el costo de la herencia”, describen las fuentes oficiales.

“¿La situación externa ralentizará la salida del cepo cambiario?”, preguntó LA NACION en las entrañas del equipo económico. Automáticamente, se recordó la huida de dólares en 2018, con un tipo de cambio que flotaba y el comienzo de la corrida cambiaria. Cerca del ministro de Economía, Luis Caputo, que estaba entonces en el BCRA, reafirmaron que la actualidad no tiene “nada que ver” con 2018. “Ahora hay superávits gemelos y además no hay pesos”, esgrimieron. Remarcaron además que hoy la entidad monetaria que dirige Santiago Bausili compró US$268 millones. Vale recordar que las reservas internacionales, pese a las compras que hace la entidad, siguen siendo negativas en términos netos.

En el equipo de Caputo recordaron la volatilidad en la que entró el dólar en julio de 2024, cuando el CCL llegó a $1400 y el blue a $1500. “Todos hablaban de apocalipsis”, rememoraron. Caputo dijo entonces que esos tipos de cambio tenderían a converger al oficial porque los fundamentals del actual programa –déficit y emisión cero, principalmente- “prevalecen” y, además, porque no hay pesos. “No se emiten pesos hace un año”, explicaron en el quinto piso del Palacio de Hacienda. Como dijo el Presidente la noche del sábado en el Congreso, creen que habrá volatilidades, pero no apocalipsis.

“La Argentina está en camino de alcanzar un nuevo y bien pensado EFF con el Fondo que permitirá la flexibilización y eventual eliminación de los controles de capital, una mayor flexibilidad cambiaria y establecer la condiciones para recuperar el acceso al mercado de capitales”, escribió en su cuenta de X el ex viceministro de Economía, Pablo Guidotti, sobre el DNU que sólo develó que el nuevo programa con el FMI es uno de Facilidades Extendidas. No hubo detalles sobre los montos negociados ni sobre la secuencia de los desembolsos.

“La mejor y más destacable definición a nuestro parecer es que se trata de un Programa de Facilidades Extendidas. Esto a diferencia de un Stand By, con el cual se especuló en algún momento, es un acuerdo más largo, con potenciales mayores desembolsos y con mejores condiciones de cancelación y suele requerir un compromiso mayor de reformas estructurales con metas específicas al respecto”, indicó un informe de la consultora Outlier.

La consultora privada explicó, según lo que generalmente implican estos programas, que el préstamo tendrá un plazo de amortización de 10 años, con un período de gracia de 4 años y 6 meses. Los fondos, según el DNU, se destinarán exclusivamente a cancelar deudas con el BCRA y el FMI. “El total de pagos comprometidos entre abril-2025 y marzo-2029 es de aproximadamente US$14.122 millones de capital, y US$11.554 millones de cargos y sobre cargos”, estimaron en Outlier sobre el acuerdo que estaría aprobado por el directorio a mediados de abril, según se prevé.

“Para ir a contramano de mundo tenés que esperar buenas noticias pronto”, dijeron en Economía sobre el acuerdo con el Fondo, que cada vez se acerca más. Pero antes, se espera, el mercado local puede sufrir más “volatilidades” externas. Pero también internas: el viernes se conocerá el IPC de febrero, que puede pausar la desaceleración de la inflación, la principal bandera de Milei. Más lejos –recién con la publicación del índice de abril en mayo- se romperá el piso de 2%, según estimó el REM. Para entonces, el Gobierno necesita tener ya en el BCRA los dólares frescos de Kristalina Georgieva.

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