“Yo creo que soy gracioso. No sé por qué, en mi familia no había nadie así”, dice en un momento Iair Said mientras se acomoda en el sillón de uno de los salones de la sede de Directores Argentinos Cinematográficos. La charla con una de las figuras más secretas, talentosas e inclasificables (por todo lo que es capaz de hacer al mismo tiempo) del cine nacional transcurre en el corazón de Villa Crespo y en vísperas del estreno en la Argentina de Los domingos mueren más personas, creación de un hombre orquesta con el que Said recorrió este año buena parte del circuito de los festivales internacionales más importantes, con Cannes y San Sebastián a la cabeza.
Conocido por sus apariciones siempre llamativas, más allá de la brevedad en películas y series argentinas por lo general de sello independiente (Los delincuentes y División Palermo fueron las más destacadas de los últimos tiempos), Said dirigió, escribió y protagonizó la película que estamos por conocer. A la vez, es uno de los más reconocidos directores de casting de nuestro medio, oficio que le dio además proyección internacional.
En Los domingos mueren más personas personifica a David, un hombre de mediana edad, judío, homosexual y con unas cuantas fobias que vive en Europa y se ve obligado a volver a la Argentina al fallecer un tío. Allí sumará sus problemas y angustias a una compleja peripecia familiar, porque su padre hace muchos años que está en coma y su madre (Rita Cortese) está a punto de tomar una decisión crucial al respecto.
“Fijate lo que son las cosas. Mi película anterior, Flora no es un canto a la vida, estuvo un año acá en cartel, pero afuera no pasó nada y yo estaba convencido de que iba a viajar por el mundo con ella. Ahora me pasó todo lo contrario. Pero igual tengo en claro que es muy azaroso lo que pasa con los festivales. Te tratan como rey durante un día o dos, muestran tu película, te aplauden, es hermoso. Y al día siguiente ya te caés del tobogán”, dice Said, vestido de negro de la cabeza a los pies y con los labios marcados con un llamativo resaltador, un detalle que también utilizará en un momento clave su personaje en la película.
-Los personajes que interpretás suelen ser muy tiernos y a la vez bastantes tristes. Detrás de esa máscara suelen tener una comicidad casi irresistible.
-Con los años me di cuenta que reírme de mí o de mis miserias generaba risa en el otro. Pero nunca tengo, ni tuve ni voy a tener la intención de hacer reír. Los comediantes necesitan o quieren eso. Y a mí no me pasa. De hecho, me gustaría ser un actor mucho más versátil y mas histriónico. Pero tengo un tono, una manera de hablar y de actuar.
-En esta película, si tuviese que reducir a un adjetivo las características de tu personaje, diría que es tierno.
-Bueno, a mí me da ternura todo el mundo, incluso todos los personajes. Estamos atravesando un momento muy particular y esa ternura genera mucha empatía.
-La película es muy austera. Dura poco más de una hora y parece un capítulo o un extracto de una historia familiar mucho más extensa.
-Es un fragmento de la vida de esta familia. Casi un documental. Los personajes tienen una porosidad tal que lleva a imaginar cuando los ves qué estarán haciendo fuera de la pantalla cuando no aparecen. Me gusta imaginar cuando veo una película y un personaje termina una escena qué va a hacer, qué va a comprar, qué le gusta comer. Es como hacerse amigo de ellos.
-¿Qué te dejó el paso de tu película por festivales de cine tan destacados?
-Es algo muy alentador. Te genera mucho orgullo, es un honor. Y también es la nada, porque mientras no pueda seguir haciendo películas acá no me sirve de mucho ir a un festival internacional. Hay una parte mágica en todo esto, pero detrás se acumulan diez años de trabajo.
-¿Tanto tiempo te llevó hacerla?
-Sí. La escribí una tarde de 2015 y así quedó. Por años no la moví y cuando pude hacerla apareció la pandemia, después llegó la plata y más tarde me dijeron que no alcanzaba para terminarla hasta que apareció Ibermedia y a través de ella surgió Disney, y así todo. Trato de no tomarme nada desde lo personal porque llevo mucho tiempo en este medio y estoy convencido de que hay que ser fiel a lo que uno quiere contar. Cualquier cosa que pase me va a poner contento porque la película es mía, me representa y la quiero contar así.
-Además de llevar mucho tiempo en este medio te ocupás de muchas cosas. Dirigís, escribís, actuás, sos director de casting. ¿Cómo te definirías? ¿Qué querrías ser?
-Justo lo estoy viendo en mi terapia [risas]. A mí me gusta mucho potenciar el trabajo de otras personas, que es lo fundamental para quien hace casting. Y me encanta actuar, pero lamentablemente no me llaman tanto como me gustaría. Por eso surgió más naturalmente la veta de dirigir y de escribir. Primero como necesidad, porque hay que salir a trabajar. Y después porque es lo que el arte te pide. En el fondo creo que me definiría como un creador.
-¿Hay algún rasgo autobiográfico en la historia que contás en Los domingos mueren más personas o en tu personaje?
-Yo no me siento tan relacionado con el personaje que interpreto, pero atraviesa algunas conductas y emociones en las que me veo reflejado. Por ejemplo, en la preocupación por lo económico que aparece en un momento de duelo. Son cosas que nadie pregunta y que me hubiese gustado saber antes de que pasaran. Cuando te hablan sobre la muerte nadie te dice que además de sufrir vas a tener que encargarte de un montón de trámites concretos, pagar deudas, cosas muchas veces muy ingratas para la situación que te toca atravesar.
-Sos uno de los más reconocidos expertos en casting del cine argentino actual. ¿Hacés también el casting de las películas que dirigís?
-En este caso elegí a todos los actores. Pensé en Rita Cortese cuando escribí el guion para el personaje de la madre. Juliana Gattas interpreta a mi hermana. Es la primera vez que actúa y es una gran amiga. Yo vi en ella algo que se acercaba mucho a lo que quería contar, lo entendió muy bien y compartimos un viaje increíble. Nadie la reconoce como la cantante de Miranda! Y Antonia Zegers es una actriz chilena maravillosa. Entre los cuatro descubrí una mirada familiar. Somos muy parecidos cuando salimos en cámara.
-Hiciste junto a Javier Braier un trabajo de casting extraordinario en La sociedad de la nieve, una película con nominaciones al Oscar de la que habló todo el mundo. Y recibiste muchos elogios por esa tarea.
–Hay que estar preparado y no creerse que uno es el mejor. Por más elogios que uno reciba todo puede ser decepcionante hacia adelante, porque si el año que viene no hay películas no tendría dónde mostrar lo que hago. En mi caso vino una racha muy buena, pero conozco a un montón de colegas que trabajaron en películas bárbaras y luego no encontraron oportunidades.
-¿Tenés trabajo permanente como director de casting?
-Suelo hacerlo, pero ahora frené un poco para presentar la película y además porque estoy con mi propia crisis. Veo por ejemplo que las plataformas quieren a los mismos quince actores y ahí frenan. Tenemos que reinventar un poco nuestro rol. Me gustaría que se abra un lugar para los actores nuevos como en La sociedad de la nieve. Eso pasa solamente cuando hay un director inteligente como J. A. Bayona, una productora inteligente y una plataforma inteligente que confiaron en actores que no eran conocidos. No todos tienen esa cualidad.
-Tenés una trayectoria muy destacada como responsable de casting en películas como Descansar en paz, La odisea de los giles, El ángel y, como dijimos, La sociedad de la nieve. Y últimamente vemos mucho tu nombre a cargo del casting en varias de las series argentinas recientes más comentadas: División Palermo, Porno y helado, Máxima, El fin del amor. Y falta poco para El eternauta. ¿Se trabaja igual en el cine y en las plataformas?
-Muchas veces depende de la plataforma. Algunas se meten más, otras menos, y eso hace que el trabajo resulte más difícil o más fácil. Y más o menos placentero. En general todos escuchan lo que tenemos para ofrecer y para decir. Estamos siendo más valorados. Pero también creo que hay películas que no nos necesitan. Yo no creo que se necesite casting para todo.
-¿Qué pensás del casting fuera de la ficción, el que se hace para armar los elencos de los reality shows como Gran Hermano o Survivor?
-Me resulta muy valioso el trabajo que hacen los productores o directores de casting de no ficción. La pegan de una manera que yo no sé si podría. A mí me generan adicción algunos de esos programas.
-¿El casting es lo primero que ves en un reality show?
-Sí, siempre me interesó, pero de los últimos casi no vi nada porque me parece que las fórmulas se repiten. Pero siempre hay algún personaje que me genera fascinación y me pregunto ahí si fue un logro del casting. Como principio general, siempre digo que a mí no me corresponde pensar quién va a romperla en la taquilla cuando pienso en un nombre. Mi trabajo es pensar quién va a ser el mejor actor para determinado rol. A veces hay que combinarlo con otros factores, considerar que sea famoso y que pueda sumar algo de prensa.
-¿Te animarías a hacer un casting para un reality show si te convocan?
-Es un talento que yo no tengo. Debe ser muy difícil encontrar en la personalidad de alguna gente aquello que te lleve a decir que la va romper, que el público va a amar a tal o a cual. Hay una cosa que no me gusta nada: que en los reality shows llamen por lo general a gente muy hegemónica. Los eligen per se, por ser lindos. En el caso de la ficción, si algún papel lo requiere, adelante. Pero fuera de eso prefiero evadir ese tipo de cuerpos. De lo contrario nos vamos a convertir en lo mismo que éramos en los años 90.
-¿Qué te dice la situación que atraviesa la industria audiovisual argentina en este momento?
-Me siento triste, sobre todo por la gente que no tiene trabajo. Personas con familia, con hijos, que trabajaron mucho. ¿Por qué tienen que escuchar de boca de algunos miserables que su trabajo no valió? Gracias al Estado, al Incaa, todos nos acercamos más a la posibilidad de concretar un proyecto. El que vive en Jujuy tiene el mismo derecho que yo en ese sentido. Y gracias a que el Incaa aparece, surgen después los fondos internacionales o privados. Estoy en un momento ambivalente: feliz por estrenar la película y muy angustiado porque muchas de las personas que participaron en ella hoy no tienen trabajo. Esta es una industria gigante que mueve mucho dinero y a mucha gente, y que merece seguir existiendo.