Pablo Emilio Escobar Gaviria

Un disparo de fusil detrás del hombro y otro en la pierna terminaron con la vida de Pablo Escobar Gaviria aquel 2 de diciembre de 1993 en el barrio Los Olivos de Medellín. Pero el destino de muerte continuaba marcado también para su familia. Luego de ese crimen que conmovió a Colombia y al mundo, el primero en sufrir otro atentado del que milagrosamente sobrevivió fue su hermano, Roberto Escobar. Ocurrió diecisiete días después de que ejecutaran al narcotraficante mientras estaba detenido en la prisión de máxima seguridad de Itagüí. Un sobre bomba que tenía membrete de la Procuraduría y debía haber atravesado controles y detectores llegó a sus manos y detonó provocándole severas lesiones, principalmente en su vista.

Luego de varias gestiones desesperadas Roberto Escobar fue trasladado y operado en el Hospital Militar. Hacia allí fue a socorrerlo y visitarlo Juan Pablo, su sobrino, hijo mayor del narco, que cuando estuvo frente a él, luego de brindarle su apoyo y contención, le confió que tenía la intuición, o más bien estaba convencido de que quienes seguían en la lista de candidatos a ajusticiar a manos de los Pepes eran él mismo, su hermana Manuela y su madre, Victoria Eugenia Henao. Cuando Juan Pablo le consultó si sabía dónde podía encontrar algún helicóptero que no le hubieran incautado a su padre para escapar, Roberto le brindó otra alternativa: que anotara el código “AAA” en una hoja, se presentara de inmediato de parte de él en la embajada de los Estados Unidos y mostrara esa clave para recibir ayuda.

Mientras viajaba hacia allí acompañado por su tío, Fernando Henao, pensó qué podía ser lo que unía a Roberto con Estados Unidos, pero como estaba desesperado no se detuvo demasiado en esa intriga. Luego de mostrar la clave en la sede norteamericana a ambos los hicieron pasar de inmediato. Los recibió el director de la DEA, Joe Toft. Juan Pablo le planteó el panorama en el que se encontraba y le solicitó ayuda. El funcionario lo recibió, pero con escasa predisposición le dijo que a lo sumo lo que podía hacer era sugerirle un juez para que evaluara una posible residencia, pero a cambio de algo…

En el libro Pablo Escobar mi padre, las historias que no deberíamos saber de Editorial Planeta, fuente clave para esta nota, Juan Pablo describe el diálogo con el mandamás de la DEA para América Latina.

-¿A cambio de qué, colaboración en qué? Yo todavía soy un menor de edad.

-Usted sí nos puede colaborar mucho con información.

-¿Información de qué tipo?

-Sobre los archivos de su padre.

-Con su muerte ustedes mataron esos archivos.

-No le entiendo…

-El día que ustedes colaboraron con la muerte de mi papá.

Así fue como subió la apuesta el joven de por entonces diecisiete años dejándole en claro su sospecha de que habían cooperado para exterminarlo.

Con desgano el director le dio una tarjeta y se despidieron. No bien salió a la calle Juan Pablo pensó en por qué lo habían recibido tan rápido gracias a la recomendación de su tío y cómo es que él tenía tal relación con la sede diplomática. Dedujo que Roberto, los Estados Unidos y Los Pepes (Perseguidos por Pablo Escobar) unieron fuerzas para atrapar a su padre, tal como lo relata en su trabajo de investigación.

Meses más tarde su sospecha se potenció aún más cuando Alba Marina Escobar, su tía, los convocó a él y a su madre a una reunión en la que les transmitió otra gestión de Roberto que abría la posibilidad de conseguirles una visa para instalarse en Estados Unidos. A esa altura y después de la experiencia anterior, Juan Pablo ya la observaba con desconfianza. Les mencionó que Roberto lo tenía todo conversado con la DEA para sacarlos de Colombia. Claro que para lograr eso les dijo sin vueltas que debía redactar un libro en el que contara que Vladimiro Montesinos, el jefe de inteligencia del ex presidente de Perú Alberto Fujimori, se había reunido con su padre en la Hacienda Nápoles, la emblemática residencia de Pablo Escobar.

Juan Pablo no podía creer lo que le estaba pidiendo y se negó de plano a escribir lo que llamó una mentira. Su tía se ofuscó y le reprochó que no valoraban todo lo que estaba haciendo por ellos. Describe en su libro que pasado el tiempo y viendo televisión se anotició de que Fujimori había renunciado a raíz de un reportaje de la revista Cambio en el que su tío Roberto aseguraba que su hermano Pablo había aportado dinero para la campaña presidencial. No fue todo. También contó la conexión que su hermano mantenía con el ex presidente y Montesinos en el libro al que llamó Mi hermano Pablo. Ya no tuvo dudas de que era víctima de la traición que había ejercido su propia familia paterna. Terminó de sorprenderse cuando se enteró de que su abuela Hermilda, madre de Pablo, se encontraba de viaje por Nueva York y comprobó que los únicos que no pudieron obtener la visa fueron él, su hermana y su mamá.

Juan Pablo Escobar, hijo del narcotraficante colombiano Pablo Escobar, relató cómo fue traicionado por su familia (EFE/ Sebastiao Moreira)

Sus dudas sobre la honestidad de sus parientes se iban acumulando. Por ejemplo recordó que después de la muerte de su padre y urgido de dinero le pidió a la propia Alba Marina si podía acercarse hasta la Casa Azul, una de las tantas propiedades de Pablo, para rescatar varios millones de dólares que su padre tenía enterrados, ocultos en un par de escondites que ellos llamaban caletas. Su tía aceptó de muy buena gana y entonces Juan Pablo escribió una misiva para el casero, apodado El Gordo, diciendo que autorizaba que le entregara a ella todo el dinero. La mujer fue y cuando volvió le dijo que solo había un puñado de dólares. El joven dudó del empleado pese a que le tenía absoluta confianza. Pero más tarde cuando se encontró con él comprobó la traición de la hermana de su papá. “Se llevó tanto dinero que cuando lo puso en el baúl, la parte de atrás del auto casi tocaba el piso”, le confió El Gordo llorando porque le causaba profundo dolor que hubieran puesto en duda su honor y su fidelidad.

Otro disgusto se llevó cuando supo que su tío Roberto ya no disponía de gran parte de los seis millones de dólares que su padre le había dado con recomendaciones específicas: tres eran para moverse con tranquilidad cuando estuvo preso y para ayudar a las familias de los trabajadores -sicarios- de Pablo que cayeron tras las rejas junto a él. Pablo le había ordenado a su hermano que el resto lo guardara para cuando lo necesitaran su mujer y sus hijos. Nada de eso apareció. La explicación que le dieron su abuela Hermilda y sus tíos Argemiro, Gloria, Alba María y Luz María fue que todos habían enfrentado gastos luego de la muerte de Pablo y sacaron una lista interminable para justificar que solo quedaba un pequeño porcentaje de esa fortuna.

Pablo Escobar Gaviria junto a sus dos hijos y su esposa

El colmo se produjo para el hijo de Pablo cuando se vio obligado a enfrentar junto a su madre a los capos del Cartel de Cali, enemigos acérrimos de su padre quienes además de exigirle indemnizaciones por la violencia que había ejercido contra ellos mandando a matar a integrantes de sus familias, le juraban que tanto a él como a su hermanita y su madre los iban a cortar en pedacitos. Pese a todo, Juan Pablo y su mamá se presentaron ante ellos, dieron la cara y resolvieron los pagos para resarcirlos. Esa actitud fue muy bien recibida y permitió que finalmente les perdonaran la vida. Pero ambos quedaron perplejos cuando en el salón donde se celebró el encuentro observaron la presencia de la abuela Hermilda y sus hijos, hermanos de Pablo Escobar, quienes en lugar de discutir en el seno de la propia familia cuánto le correspondía de herencia a cada uno al morir Pablo, decidieron de manera arbitraria poner como jueces a los integrantes del Cartel de Cali para que ellos sentenciaran qué les tocaba a cada uno.

En muy pocos momentos sus parientes paternos se atrevieron a mirarlo a él y a su madre a la cara. Todavía resuenan en los oídos de Juan Pablo tal como lo contó en su libro las palabras dirigidas a Victoria Eugenia Henao por parte del temido Miguel Rodríguez Orejuela, apodado “El Señor”, hermano de Gilberto, ambos cofundadores del Cartel de Cali: “Usted no pida nada por los hermanos de ese hijueputa de su marido. Ni por Roberto, ni por Alba Marina, ni por Argemiro, ni por Gloria, ni por esa vieja malparida de la mamá porque ellos son los que te van a sacar los ojos…”.

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